La recesión y
los escándalos dejan a Brasil en caída libre
La crisis política, con el proceso
de «impeachment» contra la presidenta Rousseff como máximo –pero no único–
exponente, y la deriva económica amenazan al gigante latinoamericano con una
década perdida
Heriberto Aráujo. Río de Janeiro.
Brasil es un país que vive hoy instalado en un perpetuo estado de
sobresalto. No pasa una semana sin que nefastas noticias inunden las páginas de
los periódicos, en un ambiente de profunda decadencia política que se
manifiesta en tres vertientes: corrupción endémica en la élite política,
carencia de liderazgo y supeditación de los intereses partidistas o personales
a los de la nación, que vive su mayor crisis en décadas. Una crisis agudizada
tras la dimisión del ministro de Economía, Joaquim Levy. El año 2016 se
presenta de una profunda inestabilidad en todos los frentes.
Los decibelios aumentaron este mes
con la apertura del proceso de juicio político –el llamado «impeachment»– contra
la presidenta Dilma Rousseff. Se trata de un proceso complejo y farragoso –debe
ser aprobado por una comisión y por dos tercios de Congreso y Senado antes de
que la mandataria sea apartada del cargo– que la oposición no está segura de
ganar, pero en cualquier caso revela el escaso apoyo político que el Ejecutivo
de Rousseff tiene para gobernar. En lo que va de año, Rousseff no ha podido
sacar adelante medidas relevantes en el Legislativo, que ha paralizado
cualquier iniciativa.
No deja de ser sorprendente que el
principal protagonista en este boicot gubernamental sea el líder del Congreso
de los Diputados, el conservador y evangélico Eduardo Cunha. Enemigo acérrimo
de Rousseff desde mediados de año, pese a formar parte del PMDB –el mayor
partido político de la coalición gubernamental–, Cunha hace todo cuanto está en
su mano para hacer caer a Rousseff, en un intento desesperado de salvarse a sí
mismo. La fiscalía general le acusa de corrupción en la «trama Petrobras» –la
célebre «operación Lava Jato»– y ha pedido al Supremo que le cese del cargo por
utilizar sus extensas prerrogativas como líder de la Cámara Baja para
«intimidar a parlamentarios, reos, colaboradores, abogados y agentes públicos
con el objetivo de complicar y retrasar investigaciones contra él». Esta semana
la Policía federal registró dos de los domicilios de Cunha e incluso su oficina
en el Congreso en busca de pruebas que le incriminen en la recepción de
propinas en el marco del «caso Petrobras». Si Cunha cae, es probable que el
«impeachment» pierda fuelle; pero si se mantiene, Rousseff seguirá maniatada a
la hora de aprobar reformas, al tiempo que su credibilidad nacional e
internacional se erosiona mientras el proceso de juicio político esté latente.
El veredicto se conocerá en el primer trimestre de 2016.
En paralelo a todo este guirigay
–que no le hace ningún favor a un país que vive una aguda recesión– avanza la
«operación Lava Jato», que no cesa de salpicar al estamento político. La
magnitud del destape alcanza cotas de inusitadas –ya son 60 políticos
investigados o imputados, entre ellos, ministros, el ex presidente Luis Inacio
Lula da Silva o el tesorero del gobernante Partido de los Trabajadores–, y
afecta a cada vez más altos estamentos del Estado. El pasado 25 de noviembre
todas las alarmas sonaron en el Palacio del Planalto –sede de la presidencia
brasileña– cuando su líder en el Senado, el parlamentario Delcídio do Amaral,
político de gran cercanía a la presidenta, era detenido y encarcelado junto al
influyente banquero André Esteves, dueño del banco de inversión BTG Pactual y
uno de los hombres más ricos del país.
La Policía detenía por primera vez
en la historia del país a un senador en activo, después de que una grabación le
implicara en la tentativa de orquestar la evasión hacia España vía Paraguay de
Néstor Cerveró, uno de los directores de Petrobras imputado. ¿El objetivo?
Desactivar a toda costa una bomba de relojería: impedir que Cerveró –imputado
también por corrupción y bajo custodia policial– sellara un acuerdo con la Justicia
para explicar todo cuanto sabe de la trama Petrobras –nombres, fechas, valores
y modus operandi– a cambio de una remisión de la pena.«No es solo Dilma o
Cunha, el Partido de los Trabajadores o los otros, la izquierda ni la derecha,
el Ejecutivo o el Legislativo. Es todo», asegura el profesor Marco Aurelio
Nogueira. «Una lava corrosiva está esparciéndose por el país hasta amenazar el
futuro. Hay algo podrido en el reino. La política simplemente no funciona»,
agrega este enseñante de Teoría Política en la Universidad Estadual Paulista
(Unesp).
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