La Industria
del Salmón en Chile: Sostenibilidad Imposible
Balsas jaula en una granja de salmón en Chile. Crédito: Sam Beebe/Flickr/Creative Commons.
Por Florencia Ortúzar:
Chile es el segundo mayor productor
de salmón a nivel mundial. Por más de 20 años, la industria se viene desarrollando anteponiendo las
ganancias económicas a la protección ambiental.
Ante la falta de regulación del Estado, la producción masiva
de salmón deja a su paso contaminación química, zonas de mar sin vida, daños a
otras especies, y perjuicios sociales a las personas y comunidades que dependen
de la industria y del mar como sustento. La situación podría empeorar pues la
industria amenaza con reinstalarse en zonas nuevas de aguas prístinas.
Malas prácticas.
Alimento
para salmón cultivado. Crédito: Sam Beebe/Flickr/Creative Commons.
La
salmonicultura en Chile nunca será sostenible porque requiere mucha más
proteína de la que genera. Para producir un kilo de salmón, se requiere alrededor de 5 kilos de
pesca silvestre para alimentación. Ello es porque el salmón es
una especie introducida y carnívora.
Años de malas prácticas por parte
de las empresas y la falta de control del gobierno han
resultado en graves daños ambientales, mismos que han traído consecuencias sociales
graves para quienes viven de los productos del mar. En la Isla Grande de
Chiloé, por ejemplo, se vive una crisis social relacionada con la catástrofe ambiental
generada en gran parte por la industria del salmón, muy intensiva en la zona.
En Chile,
los proponentes de proyectos deben presentar declaraciones o estudios de
impacto ambiental, según el potencial del proyecto de dañar la naturaleza. Pese al gran riesgo que
implican para los ecosistemas, los proyectos de salmonicultura son admitidos
mediante meras declaraciones juradas, y no por estudios que permitan
identificar y manejar adecuadamente sus posibles impactos negativos.
El
resultado son miles de criaderos de salmón en funcionamiento. Cada uno consiste
en balsas jaulas que, sin suficiente separación entre sí ni condiciones
sanitarias adecuadas, albergan miles de salmones apretujados (el doble de lo
que se permite en Europa). Aunque parezca difícil de creer y pese a que la ley
dice lo contrario, en Chile no se han hecho estudios sobre la capacidad del océano, lagos y
ríos de albergar la cantidad de salmones que se cultivan.
Estos
salmones en cautiverio son alimentados con pellets, una especie de píldoras que además
de pesca silvestre transformada en harina de pescado, contienen pesticidas, colorantes,
fungicidas y otros químicos que mejoran la producción. Gran parte de esas píldoras no son
consumidas y caen al fondo del mar. Además, a cada salmón se le inyecta una cantidad exorbitante de
antibióticos (hasta 5 mil veces más que lo que se usa en Noruega).
Finalmente, los desechos generados por los peces, los cuales contienen los químicos
suministrados, se acumulan también en el fondo del mar. Más de 20 años de estas prácticas han
causado zonas de mar muertas donde la vida ya no es posible.
Otro grave
problema es que los salmones suelen escapar de
sus jaulas. Según un informe de la ONG Terram, los escapes en
Chile representan el 1.5% de la producción, equivalente a más de 9 mil
toneladas al año. Algunos estudios dan cuenta que ese porcentaje podría llegar
a 5%. Aunque por ley los centros de cultivo deben tener planes de recaptura,
muchas veces éstos no tienen éxito. El salmón es una especie agresiva que, puesta en libertad, compite con
los peces locales por casa y comida, y les transmite enfermedades.
Crisis en el mar
En mayo, las costas
chilenas fueron devastadas por una marea roja más dañina que nunca. El fenómeno natural,
caracterizado por el incremento excesivo de microalgas de las que se alimentan
algunos animales, dejó varadas ballenas, calamares, sardinas y hasta aves (ver
aquí un testimonio). Los salmones en
cautiverio también fueron afectados y la industria sufrió pérdidas millonarias:
miles de toneladas de cadáveres de salmón se pudrieron en las balsas jaulas.
La mortalidad fue tal que la autoridad marítima nacional autorizó
arrojar 9 mil toneladas de salmón muerto al mar.
Según la
industria salmonera y el gobierno, la marea roja tuvo su origen en el fenómeno
de El Niño, agravado por el calentamiento climático. No obstante, algunos científicos
aseguran que en gran medida las salmoneras son las responsables por someter al
mar a sus malas prácticas por años (ver el informe de la Fundación Crea y el de Greenpeace).
¡Patagonia sin salmoneras!
La
industria salmonera no solo no ha aprendido de sus errores, sino que ahora busca expandirse a aguas
más puras que aún no han sido contaminadas, para continuar su negocio.
Es lo que está pasando en la región patagónica de Magallanes y en Aysén, donde
aproximadamente 3,100 solicitudes esperan confirmación. Algunas de ellas
incluso en lugares declarados de conservación prioritaria.
En AIDA y
junto con nuestros aliados, trabajamos para que ésta y otras industrias se
adecúen a las normas ambientales. Pero aún más importante es lo que todos
podemos hacer como ciudadanos y consumidores. Al elegir productos cuyo origen
es sostenible, evitaremos que la industria del
salmón siga transformando áreas de mar en zonas muertas. Es urgente que esta trágica historia
no se repita en nuevas extensiones de nuestro inmenso, pero no infinito
mar.
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