En
Brasil, la corrupción no deja de aparecer y el Partido de los Trabajadores (PT)
es el protagonista de antifaz. Fuera de los recientes escándalos de Petrobras
por la distracción de US$1,500 millones, la Fiscalía General del Brasil ha
iniciado contra el ex presidente Lula una investigación por tráfico de
influencias.
Textualmente dice el resumen del proceso: “supuestas ventajas
económicas obtenidas, directa o indirectamente, de la empresa Odebrecht, entre
los años 2011 y 2014, con el pretexto de influir en actos practicados por
agentes públicos extranjeros, notoriamente los gobiernos de República
Dominicana y Cuba, este último con obras costeadas, directa o indirectamente,
por el Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social (BNDES)”.
En
junio del 2013, Lula viajero llegó al Perú. Luego de los discursos protocolares
que se propinaron él y Humala, visitaron el proyecto Muelle de Minerales del
Callao, en la Base Naval del primer puerto, valorado en 130 millones de
dólares. ¿Quién lo construía? Odebrecht. El muelle tiene capital chino y es
privado, aunque el contrato de concesión lo aprobó la autoridad portuaria del
Estado peruano, en enero del 2011, mientras rechazaba cientos de concesiones
mineras. Este muelle recibiría solo mineral de Toromocho (la empresa china
Chinalco Perú S.A.). ¿Es que la mano de Lula lobbista jugó también aquí a favor
de Odebrecht (y de sí), con el mismo modus operandi que en Cuba y en República
Dominicana?
Fingidamente
“popular, proletario, metalurgista y revolucionario”, recordemos que el PT de
Luiz Inácio Lula da Silva fundó, junto al Partido Comunista Cubano, el Foro de
San Pablo (1989), germen político de ese gang que hoy se llama “socialismo del
siglo XXI”.
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