A 400 años del
descubrimiento del Cabo de Hornos, lugar de tempestades y vientos implacables.
La Biblioteca Nacional
junto a la Armada de Chile y al Ministerio de Relaciones Exteriores se unieron
para celebrar el descubrimiento holandés de este mítico trozo de tierra que
simboliza el fin de América. El académico de la Facultad de Artes Liberales,
Rodrigo Moreno, comenta la importancia de este trascendental hallazgo
geográfico.
"Ese trágico
promontorio que apadrina el duelo constante de los dos océanos más importantes
del mundo". Son palabras del escritor
chileno Francisco Coloane (1910-2002), quien, justamente, en su relato
"Cabo de Hornos" describió a este enigmático lugar como un espacio de
tintes malditos, donde el diablo está "fondeado
con un par de toneladas de cadenas, que él arrastra, haciendo crujir sus
grilletes en el fondo del mar en las noches tempestuosas y horrendas".
Varios años antes de esta
obra publicada por el elogiado narrador de los mares y vientos chilenos, en el
siglo XIX, el poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867) inmortalizó en su
poemario "Las flores del mal" al albatros: el ave-símbolo de esta
tierra austral. "Suelen, por divertirse, los mozos marineros cazar
albatros, grandes pájaros de los mares que siguen lentamente, indolentes
viajeros", escribió
Baudelaire. Suma y sigue, porque el británico y Premio Nobel Sir Rudyard
Kipling (1865-1936) -autor del célebre "El libro de la selva"-
expresó que "puedes
navegar al norte hacia el plácido sol de los atardeceres tranquilos o al sur, hacia
el odio ciego del Cabo de Hornos".
Otro francés, Julio Verne
(1828-1905), también se dejó seducir por los indómitos paisajes de la
Patagonia. Su novela "El faro del fin del mundo"-ampliamente
corregida por su hijo Michel Verne- es una prueba de ello. Y en Chile, además
de Coloane, sobresale la pluma de Benjamín Subercaseaux (1902- 1973), gracias a
libros como "Jemmy Button" y "Chile, o, una loca
geografía". El propio Premio Nacional de Literatura 1963 escribió de
manera vívida sobre esta peligrosa geografía: “Sabe
Dios si no es la cólera de su aislamiento la que agita las aguas en ese Cabo de
Hornos tan temido por los navegantes”.
Conocido también como
"el mar de todas las furias", el Cabo de Hornos permanece en
el imaginario colectivo gracias a las remembranzas de innumerables escritores,
cronistas de viaje y expedicionarios, quienes lograron divisarlo y recorrerlo
con éxito, pero también gracias a los valiosos testimonios de quienes han
fantaseado -a lo largo de cuatro siglos- con su geografía turbulenta,
vinculada estrechamente a tempestades, vientos huracanados y agresivas olas. Es
una ruta llena de heroicidad y, de hecho, en los principales puertos del mundo
los marinos que han atravesado el Cabo de Hornos a vela -conocidos como Cap
Horniers - gozan de fama y desde 1937 se agrupan en una cofradía.
"Cruzar en vela y
con éxito el Cabo de Hornos es como para un montañista subir el Everest. Un
hito", comenta a "Artes y
Letras" el almirante Leonel Muñoz, quien agrega que "la soberanía que hace la
Armada en este peñón es clave. Mantenemos un faro monumental donde -durante
todos los días del año- habita una familia que vela por el tráfico marítimo.
Desde el siglo pasado, la Marina chilena ha asumido la responsabilidad del
control de la navegación. Son cientos de embarcaciones que han navegado por
esas aguas, algunas lamentablemente con un final muy trágico".
El 29 de enero, el día en
que se conmemoran oficialmente los 400 años del avistamiento del Cabo de Hornos
por parte de un grupo de marineros holandeses, la Armada decidió programar un
importante homenaje in situ. Como adelanta el almirante Leonel Muñoz, llegará
hasta el Cabo de Hornos la Presidenta Michelle Bachelet, junto a otras
autoridades nacionales y holandesas. "Desde el buque Aquiles tiraremos
algunas ofrendas florales y la artista chilena Teresa Aninat presentará una
original obra sonora: una grabación realizada en código Morse, que reproduce un
fragmento del diario de viaje de Jacob Le Maire y Willem Schouten, los
exploradores que el 29 de enero de 1616 llegaron hasta el Cabo de Hornos, y de
otros marineros que zozobraron en el intento".
"La cartografía
premió a los holandeses"
Según crónicas
históricas, fue el temerario Francis Drake quien comenzó a develar los
misterios del Cabo de Hornos. En 1578, la expedición del corsario inglés
atravesó el estrecho de Magallanes, donde se aprovisionó con más de tres mil
pingüinos y al salir hacia el océano Pacífico, debió enfrentar una fuerte
tempestad que impulsó sus naves en dirección el sur, hacia latitudes desconocidas
hasta entonces. Tras bregar contra las olas durante casi un mes, la Golden Hind
llegó a una isla. "Es la más lejana terra australis, desde la cual ninguna
tierra se ve hacia el sur, sino donde el Atlántico y el Mar del Sur se
encuentran libremente", fue la descripción estampada en la bitácora.
Aunque no existe certeza de que se haya tratado del Cabo de Hornos, su
descripción del lugar no calza con su geografía real.
Pero el descubrimiento
oficial vino después. Ante el aumento de los viajes comerciales, la Dutch East
Indian Company decidió prohibir a los no afiliados los viajes por el cabo de
Buena Esperanza y el estrecho de Magallanes, supuestas únicas vías hacia
Oriente. Isaac Le Maire, comerciante holandés y gran conocedor de las travesías
marítimas de la época, sospechaba la existencia de una tercera ruta y decidió
burlar la prohibición. Junto a los hermanos Schouten, fundó la Compañía
Austral, con el objetivo de viajar secretamente a las islas de las especias por
un paso desconocido, ubicado al sur del estrecho de Magallanes y descrito por
algunos marinos de Drake. Tras aprovisionarse, la expedición enfiló hacia
América y en 1616 llegó a la zona austral. Tras cinco días tempestuosos y de
nula visibilidad, Willem Schouten decidió poner rumbo al noreste. Al amanecer,
vislumbró alborozado un promontorio rocoso, un trozo de tierra que llamó Cap
Hoorn, pues le hizo añorar su lejano hogar de Hoorn.
"Claramente, el
estrecho de Magallanes tiene la carga simbólica de haber sido descubierto por
Magallanes, un siglo antes. De hecho estamos prontos a celebrar sus 500 años,
en 2020. Pero el Cabo de Hornos, a partir de este descubrimiento en 1616, pasó
a ser la ruta más transitada y requerida para las navegaciones
transoceánicas", adelanta Rodrigo Moreno, Director del Departamento de
Historia de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez, quien fue convocado por
la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam) -junto al historiador
Rafael Sagredo-, para elaborar el guión de una muestra que se exhibirá en la
Biblioteca Nacional. Moreno añade que "el
descubrimiento del Cabo de Hornos se convirtió en un hito absolutamente
estratégico y, además, vino aparejado de otro importante hallazgo geográfico:
el descubrimiento del estrecho Le Maire, que divide la Tierra del Fuego con la
Isla de los Estados (Argentina)" y agrega que, hace 400 años, cuando
los marinos holandeses llegan al Cabo de Hornos, "dan con otra
fantástica noticia: la Terra Australis no estaba conectada con la Tierra del
Fuego, sino que había un paso intermedio, un paso que ellos bautizaron como el
estrecho Le Maire, en recuerdo del padre de uno de los viajeros".
También los relatos
históricos señalan que el Cabo de Hornos habría sido descubierto 90 años antes,
por el marino español Francisco de Hoces.
"Efectivamente,
Francisco de Hoces fue miembro de una expedición española mucho más grande, que
lamentablemente se accidentó y finalmente no prosperó. Se sabe que él llegó
hasta los 56° de latitud sur, con alta probabilidad de haber descubierto el
cabo mismo o lo que se conocería después como el Paso Drake. De hecho, algún
español alguna vez postuló que el Paso Drake se debió haber llamado Mar de
Hoces, porque el marino británico pasó por ahí en 1578, es decir, 50 años
después de Hoces", advierte Rodrigo Moreno y puntualiza: "Los mapas fueron los que
finalmente validaron la navegación de Willem Schouten y Jacob Le Maire, quien
falleció en el océano Pacífico. Schouten regresó a Holanda en 1617, y a partir
de esa fecha comienzan a dibujarse los mapas que identifican a este peñón como
Cabo de Hornos. Los españoles mandaron otra expedición, en 1618, a cargo de los
hermanos Bartolomé y Gonzalo Nodal, quienes tenían noticias y siguieron la
misma ruta de los holandeses. Ellos pasaron por el estrecho Le Maire y le
cambian el nombre por estrecho de San Vicente. Pasan por el Cabo de Hornos, lo
descubren para los españoles y lo bautizan como el Cabo de San Ildefonso.
Lamentablemente, para los hispanos, esos nombres no prosperaron. La cartografía
premió a los holandeses. Y los nombres quedaron como Le Maire y Hornos".
Homenajes en la
Biblioteca Nacional
La Biblioteca Nacional
también quiso sumarse al recuerdo de este importante hito histórico y
geográfico. “Travesías, encuentros e imaginarios del Cabo de Hornos” es el
nombre de la exposición que se inaugurará, en sus dependencias, este martes.
"Queremos ofrecer distintas miradas de este lugar enigmático y fascinante,
de este espacio geográfico que para muchos tiene más de fantasía que de realidad",
señala Ana Tironi, directora de la Biblioteca Nacional, y añade que se trata de
un proyecto colaborativo, realizado en conjunto con la Dirección de Asuntos
Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores (Dirac), la Fundación Imagen
de Chile y la Armada.
Rodrigo Espinosa Martí,
director de asuntos culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, comenta
que "constituye una
gran satisfacción haber logrado articular a varias instituciones en torno a la
celebración de este importante accidente geográfico de nuestro territorio,
todos entusiasmados e inspirados por la belleza y el misterio que ha evocado
desde siempre este espacio".
Ana Tironi puntualiza que
esta muestra también "recuerda
el encuentro entre dos mundos y pone en valor un territorio de gran importancia
simbólica, cultural y natural para Chile".
Junto con la inauguración
de la exposición, el martes 26 de enero también se programó una serie de
conferencias y se lanzará un nuevo libro de las Ediciones Biblioteca Nacional:
"Travesía por el Cabo de Hornos" del escritor Julio Carrasco Ruiz y
del fotógrafo holandés Roderik Henderson. Son crónicas poéticas, acompañadas de
imágenes. "La idea es alejarse del relato más historicista y
cautivar al lector joven, al lector del siglo XXI, con un lenguaje más accesible",
advierte la directora de
la Biblioteca Nacional.
Gracias al apoyo de la
Armada, Carrasco realizó en febrero del año pasado -a bordo del "Piloto
Sibbald"- un viaje por la zona, junto al fotógrafo holandés. "Me
contactaron de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam)
seguramente por mi experiencia con los viajes y, en especial, por el Colectivo
Casagrande, con el que hemos realizado 'bombardeos poéticos' en La Moneda y
Croacia".
El escritor comenta que
pasar "al Cabo de
Hornos es como visitar un gran museo. Es un lugar tan lleno de simbolismos. Fue
una experiencia inolvidable caminar por la pasarela de madera y pisar su
naturaleza esponjosa".
La muestra en la
Biblioteca Nacional -que estará abierta hasta abril- incluye las imágenes capturadas
in situ por Roderik Henderson, fotografías históricas, primeras ediciones de
libros inspirados en el Cabo de Hornos, una línea del tiempo con los hitos
fundamentales de este espacio, y una abundante cartografía, propiedad de la
propia biblioteca, pero también con piezas facilitadas por el gobierno
holandés.
"La idea fue no solo
quedarnos con los testimonios extranjeros, sino ofrecer una panorámica global,
con la historia de los yaganes, los aportes del sacerdote y antropólogo alemán
Martín Gusinde y del Premio Nacional de Historia Mateo Martinic, gran conocedor
de la historia de la región. Al final de toda la investigación nos dimos cuenta
de que el único habitante real del Cabo de Hornos y que nos pertenece es la
naturaleza. Este es un espacio donde el viento y las olas han marcado a
generaciones", explica Daniela Correa,
jefa del departamento de Cultura y Comunicaciones de la Biblioteca Nacional y
quien también participó, junto a la Armada, en la travesía por la zona, en
2015.
Ana Tironi puntualiza: "En nuestra biblioteca
están las fuentes primarias. Los mapas históricos de los navegantes los tenemos
aquí, y con el Ministerio de Bienes Nacionales diseñamos un nuevo mapa -que se
entregará de manera gratuita al público- con los hitos patrimoniales e históricos
de este lugar del que estamos celebrando, a nuestro juicio, no los 400 años de
su descubrimiento, sino los 400 años del hallazgo por parte de un grupo de
holandeses. Cuando ellos llegaron hasta el Cabo de Hornos, ya había instalada
una cultura".
*Fuente: El Mercurio – 24 enero.
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